¿Terminó la "Era de los Blockbusters" en Hollywood?
Desde los primeros años de la industria cinematográfica de Hollywood, las películas de gran presupuesto con cifras de taquilla masivas han sido una constante. Esto es así desde los años 1920s hasta los 1970s, pero fue a finales de esa década y durante los ochenta cuando Hollywood adoptó plenamente películas diseñadas y ejecutadas bajo un sistema de explotación verticalmente integrado. Este sistema no solo abarcaba a la venta de entradas de cine, sino que también basaba su estrategia en los ingresos en VHS, merchandising y la venta de licencias.
Durante los años ochenta, surgieron muchas franquicias que basaron su éxito en narrativas espectaculares impulsadas por la fantasía y la acción, dirigidas a un amplio espectro de audiencias, desde familias hasta adolescentes y adultos. Los avances en efectos visuales y digitales, junto con la expansión de los mercados internacionales, fueron fundamentales para el auge de lo que se conoce como la Era del Blockbuster.
El auge de estas producciones a gran escala en los años ochenta impulsó la expansión de los multicines en la década de 1990. Estos nuevos modelos de exhibición eran necesarios para dar cabida al creciente número de estrenos semanales, al tiempo que permitían el mantenimiento de éxitos de taquilla en cartelera. Los multicines y el estilo de vida centrado en los centros comerciales se convirtieron en la nueva normalidad, sobre todo en Estados Unidos, coincidiendo con el auge de grandes marcas de ropa, perfumes y otros productos típicos de los centros comerciales. Paralelamente, la industria experimentó otra oleada de consumismo impulsada por la explosión del VHS y la televisión por cable.
La venta de entradas de cine alcanzó su punto máximo entre mediados de los noventa y principios de los 2000, pero luego comenzó un lento pero aún muy lucrativo declive. Esta tendencia persistió hasta el período 2010-2014, cuando tanto la venta de entradas como el consumo de DVD comenzaron a desplomarse de manera alarmante. Sin embargo, todo cambió en 2020 con la llegada de la pandemia, que alteró la industria del entretenimiento de formas sin precedentes.
Entre 2018 y 2022, el mundo fue testigo de las conocidas como Streaming Wars, un período de cambios rápidos y transformadores que sucedían en el universo de las plataformas de streaming pero que tuvo un impacto masivo en la industria. La batalla se libró en múltiples frentes: la caída de la asistencia a los cines, un boom en producción de cine y televisión, la casi extinción de las ventas de DVD y un sangrado de cientos de millones por parte de los estudios para lanzar sus propias plataformas de streaming. La gran excepción fue Sony, que optó por no participar en esta carrera, no tanto por visión estratégica sino debido a sus problemas económicos y estructurales. Paradójicamente, estos desafíos salvaron a la compañía de pérdidas financieras masivas.
Hoy en día, nadie en la industria puede fingir que el panorama es el mismo que hace una década. Ni que esto sea un mal momentáneo que se salvará rápidamente con el primer gran hit de la temporada (sea Minecraft o Lilo & Stitch).
La fragmentación del público es innegable. Las huelgas de actores y guionistas de 2023 sacudieron aún más un sistema ya frágil, y muchos ejecutivos siguen lidiando con la reorganización de los calendarios de producción. Mientras tanto, distribuidoras independientes como Neon y A24 han logrado establecer su propio espacio económico e industrial dentro de este nuevo paradigma. Algo que también vemos en cines locales e independientes en grandes ciudades, donde han podido concentrarse e incluso mejorar su impacto como espacios culturales. Pero, ¿qué ocurre con los grandes estudios y sus blockbusters?
Los blockbusters modernos han evolucionado más allá de su papel tradicional a algo amorfo y casi grotesco. Ahora son producciones colosales y de alto riesgo, diseñadas para recaudar más de seiscientos millones de dólares o fracasar estrepitosamente bajo el peso de sus propios presupuestos. Además, los calendarios de estrenos de los estudios, cada vez más erráticos, están causando estragos en las cadenas de multicines, inundándolas de contenido en ráfagas cortas y dejándolas sin material suficiente para sostener sus operaciones en los períodos más tranquilos.
Los blockbusters siguen existiendo y no van a desaparecer, pero su función y su impacto han cambiado radicalmente respecto a las expectativas establecidas entre los años noventa y 2010. Es momento de replantearse en qué punto se encuentra la industria.
Cuando ocurrió “Barbenheimer”, pareció un acontecimiento único. Sin embargo, en realidad, los estrenos simultáneos de blockbusters han sido una práctica común en la historia de Hollywood. La diferencia radica en que, en el clima actual, un evento así se percibió como algo raro y extraordinario. Un efecto similar se intentó replicar con el estreno de “Wicked” y “Gladiator II”, pero el impacto no fue el mismo, aunque los números fueron extraordinarios.
La realidad es que los blockbusters de hoy en día ya no son solo películas, son eventos multiplataforma que existen como fenómenos en redes sociales, que se materialzan en forma de clips y memes y, eventualmente, contenido de streaming, más que experiencias exclusivamente cinematográficas. Repito, estoy hablando de blockbusters y no de un cine más autoral o de festivales.
Las salas de cine están atravesando nuevamente dificultades, no solo como ocurrió a principios de 2023, sino de maneras que recuerdan los años de la pandemia (2020-2022). La economía del sector es cada vez más precaria, con largos períodos de bajo rendimiento interrumpidos por breves picos de éxito descomunal en taquilla. Algo así como los desastrosos temporales y las largas sequías que enfrenta el mundo.
Este texto no quiere decir que hay que pulsar el botón del pánico, aunque algunos seguro que ven un buen momento para llamarme agorero, pero el texto sí plantea la necesidad de una reflexión seria sobre la viabilidad del modelo de los multicines, una estructura que sigue siendo esencial para los grandes estrenos, pero que cada vez resulta menos sostenible durante el resto del año. Sigo pensando que el primer gran éxito dará ese oxígeno para olvidar cualquier reflexión, y que seguiremos viviendo en esta negación de la realidad.
Algunos afirman que estamos en la Era del Algoritmo, pero este concepto señala poco los desafíos a los que se enfrenta la exhibición cinematográfica. Lo que sí podemos observar es que Hollywood está reaccionando con una mayor inversión en películas de presupuesto medio en comparación con la última década. Además, el género de terror y las producciones de nicho están prosperando, logrando constantemente sólidos resultados en taquilla. Son estas películas las que realmente captan el interés del público con narrativas que responden a las ansiedades sociales contemporáneas, al igual que las películas de los años 60s y 70s, que abordaban preocupaciones sobre la inestabilidad económica y los cambios tecnológicos.
Quizá la forma más acertada de definir este momento sea como la Era de la Reconfiguración, un período de transición en el que la industria atraviesa una crisis de identidad que, con el tiempo, inevitablemente encontrará su resolución.
Gracias a los que habéis llegado hasta aquí!!! Ojalá os haya interesado y queráis compartir el texto.
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